Allà on et comprenen és casa teva. I no et calen gran
estructures, ni arquitectes amb grau, ni molts metres
quadrats de terreny, ni tan sols una extensió fèrtil.
Anam Cara, JOHN O´DONOHUE
La
tradición celta posee una hermosa concepción del amor y la amistad. Una de sus
ideas fascinantes es la del amor del alma, que en gaélico antiguo es anam cara, «Anam» significa «alma» en
gaélico, y «cara» es «amistad». De
manera que «anam-cara» en el mundo
celta es el «amigo espiritual». En la iglesia celta primitiva se llamaba anam cara a un maestro, compañero o guía
espiritual. Al principio era un confesor» a quien uno revelaba lo más íntimo y
oculto de su vida. Al anam cara se le
podía revelar el yo interior, la mente y el corazón. Esta amistad era un acto
de reconocimiento y arraigo. Cuando uno tenía un anam cara, esa amistad trascendía las convenciones, la moral y las
categorías. Uno estaba unido de manera antigua y eterna con el amigo
espiritual. Esta concepción celta no imponía al alma limitaciones de espacio ni
tiempo. El alma no conoce jaulas. Es una luz divina que penetra en ti y en tu
otro. Este nexo despertaba y fomentaba una camaradería profunda y especial.
Juan Casiano dice en sus Colaciones
que este vínculo entre amigos es indisoluble: «Esto, digo, es lo que no puede
romper ningún azar, lo que no puede cortar ni destruir ninguna porción de tiempo
o de espacio; ni siquiera la muerte puede dividirlo».
En la vida
todos tienen necesidad de un anam cara,
un «amigo espiritual». En este amor eres comprendido tal como eres, sin
máscaras ni pretensiones. El amor permite que nazca la comprensión, y ésta es
un tesoro invalorable. Allí donde te comprenden está tu casa. La comprensión
nutre la pertenencia y el arraigo. Sentirte comprendido es sentirte libre para
proyectar tu yo sobre la confianza y protección del alma del otro. Pablo Neruda
describe este reconocimiento en un bello verso: «Eres como nadie porque te
amo». Este arte del amor revela la identidad especial y sagrada de la otra
persona. El amor es la única luz que puede leer realmente la firma secreta de
la individualidad y el alma del otro. En el mundo original, sólo el amor es
sabio, sólo él puede descifrar la identidad y el destino.
El anam cara es un don de Dios. La amistad
es la naturaleza de Dios. La idea cristiana de Dios como Trinidad es la más
sublime expresión de la alteridad y la intimidad, un intercambio eterno de
amistad. Esta perspectiva pone al descubierto el bello cumplimiento del anhelo
de inmortalidad que palpitaba en las palabras de Jesús: «Os llamo amigos».
Jesús, como hijo de Dios, es el primer Otro del universo; es el prisma de toda
diferencia. Es el anam cara secreto
de todos los individuos. Con su amistad penetramos en la tierna belleza y en
los afectos de la Trinidad. Al abrazar esta amistad eterna nos atrevemos a ser
libres.
Potser serà un espai imperfecte però ja som a casa
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