Espai Refugi

Espai Refugi

30 de setembre del 2015

Naixement

Del viatge, la llum i el refugi


Anam Cara, JOHN O´DONOHUE

El 

círculo celta del arraigo 



En el mundo celta reman la inmediatez y el sentido del arraigo. Su mentalidad veneraba la luz. Su espiritualidad emerge como una nueva constelación para nuestra época. Estamos solos y perdidos en nuestra transparencia ham­brienta. Necesitamos con urgencia una luz nueva y dulce donde el alma encuentre refugio y revele su antiguo deseo de arraigo. Necesitamos una luz que haya conservado su afinidad con las tinieblas, porque somos hijos de las tinie­blas y de la luz.

Siempre estamos viajando de las tinieblas a la luz. Al principio somos hijos de las tinieblas. Tu cuerpo y tu cara se formaron en la benévola oscuridad. Viviste tus prime­ros nueve meses en las aguas oscuras del vientre de tu ma­dre. Tu nacimiento fue un viaje de la oscuridad hacia la luz. Durante toda tu vida, tu mente vive en la oscuridad de tu cuerpo. Cada uno de tus pensamientos es un instante fu­gaz, una chispa de luz que proviene de tu oscuridad inte­rior. El milagro del pensamiento es su presencia en el lado nocturno de tu alma; el resplandor del pensamiento nace en las tinieblas. Cada día es un viaje. Salimos de la noche al día. La creatividad nace en ese umbral primero donde la luz y las tinieblas se prueban y se bendicen entre sí. Sola­mente encuentras equilibrio en la vida cuando aprendes a confiar en el fluir de este ritmo antiguo. Asimismo, el año es un viaje con el mismo ritmo. Los celtas eran profunda­mente conscientes de la naturaleza circular de nuestro via­je. Salimos de la oscuridad del invierno a la promesa y la efervescencia de la primavera.

En definitiva, la luz es la madre de la vida. Donde no hay luz, no hay vida. Si el ángulo del Sol se apartara de la Tierra, desaparecería la vida humana, animal y vegetal que conocemos. El hielo cubriría la corteza. La luz es la presen­cia secreta de lo divino. Mantiene despierta la vida. Es una presencia nutricia. Despierta el calor y el color en la natura­leza. El alma despierta y vive en la luz. Nos ayuda a vislumbrar lo sagrado en lo profundo de nuestro ser. Cuando los seres humanos empezaron a buscar el significado de la vida, la luz se convirtió en una de las metáforas más vigorosas para expresar su eternidad y hondura. En la tradición occidental, como en la celta, se suele comparar el pensamiento con la luz. Se consideraba que el intelecto, en su luminosidad, era el asiento de lo divino en nuestro interior.

Cuando la mente humana empezó a explorar el si­guiente gran misterio de la vida, el del amor, también utili­zó la luz como metáfora de su poder y presencia. Cuando el amor despierta en tu vida, en la noche de tu corazón, es como un alba en tu interior. Donde había anonimato, hay intimidad; donde había miedo, hay coraje; donde reinaba la torpeza, juegan la gracia y el donaire; donde había aris­tas, ahora eres elegante y estás en sintonía con el ritmo de tu yo. Cuando el amor despierta en tu vida, es como un re­nacer, un comienzo nuevo.

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