Mengem menjant, lentament, aturant-nos.
Vivim-nos sentint i observant-nos,
per dintre i per fora, descobrint avui el gust i no la pressa
Mirarem de fer-ho, deixant que la ment s'assegui a taula
Anam Cara, JOHN O´DONOHUE
El sentido del sabor es sutil y complejo. La lengua es el órgano
tanto del sabor como del habla. Aquél es una de las víctimas de nuestro mundo
moderno. Vivimos bajo presiones y tensiones que nos dejan poco tiempo para
saborear los alimentos. Una vieja amiga mía suele decir que la comida es amor.
Quien come en su casa, debe hacerlo con tiempo y paciencia, con atención a lo
que se le sirve.
Hemos perdido el sentido del decoro que corresponde al acto
de comer, así como del rito, presencia e intimidad que acompaña la comida; no
nos sentamos a comer a la manera antigua. Una de las cualidades más célebres
del pueblo celta era la hospitalidad. Al forastero se lo recibía con una
comida. Este acto de cortesía precedía invariablemente a cualquier asunto.
Cuando celebras una comida, percibes sabores que habitualmente se te pasan por
alto, Muchos alimentos modernos carecen de sabor; mientras crece, lo fuerzan
con fertilizantes artificiales y lo riegan con productos químicos. Por
consiguiente, su sabor no es el de la naturaleza. El sentido del sabor está
seriamente atrofiado. La metáfora de la comida instantánea es un indicio certero
acerca de la falta de sensibilidad y gusto en la cultura moderna. Esto se
refleja claramente en nuestro uso del lenguaje. La lengua, órgano del sabor
(del gusto), es también el del habla. Muchas de las palabras que empleamos
pertenecen espiritualmente a la categoría de la comida rápida. Son demasiado
insustanciales para reflejar una experiencia, demasiado débiles para expresar
de verdad el misterio interior de las cosas. En nuestro mundo veloz y
exteriorizado, el lenguaje se ha vuelto un fantasma, se ha reducido a
sobreentendidos y etiquetas. Las palabras que aspiran a reflejar el alma llevan
en sí la tierra de la materia y la sombra de y lo divino.
La sensación de silencio y oscuridad que hay detrás de las palabras de las culturas antiguas, particularmente en el folclore, brilla por su ausencia en el uso moderno del lenguaje. Éste está repleto de siglas; nos impacientan las palabras que traen consigo historias y asociaciones. La gente de campo, y en particular la de Irlanda occidental, tiene un gran sentido del lenguaje, una forma de expresarse poética y despierta. El peligro de la intuición y la chispa del entendimiento encuentran expresión en frases diestras. El inglés oral de Irlanda es tan interesante, entre otras razones, debido al pintoresco fantasma subyacente del gaélico, que le infunde gran colorido, sutileza y fuerza. El intento de destruir el gaélico fue uno de los actos de violencia más destructivos de nuestra colonización por Inglaterra. El gaélico, lengua poética y poderosa, es el depositario de la memoria de Irlanda. Cuando se despoja a un pueblo de su lengua, su alma queda desconcertada.
La poesía es el lugar donde el lenguaje se articula bellamente
con el silencio. La poesía es el lenguaje del silencio. Una página en prosa está atestada de palabras. En una página
de poesía, las formas esbeltas de las palabras anidan en el vacío blanco de la
página. Ésta es un lugar de silencio donde se marca el contorno de la palabra y
se potencia la expresión de manera profunda. Es interesante observar el propio
lenguaje y las palabras que uno piensa utilizar para ver si descubre una
quietud o silencio. Si quieres renovar tu lenguaje y darle vigor, acude a la
poesía. Allí tu lenguaje encontrará una iluminación purificadora y renovación sensual.
Ahir vaig veure la pel·lícula Una pastelería en Tokio, de la directora Naomi Kawase (Still the water), que té gust lent i dolç i que parla de la vida, la natura i de les coses petites que et poden fer feliç. També de situacions i condicions amargues que sorprenen, de l'entendre la situació dels altres i de la por i la visió general del món que ens envolta.
No us la perdeu! Millor V.O.S